EL CASO BAECHA

EL CASO BAECHA
(Tomado de la vida real)

LOS DETALLES NUNCA ANTES REVELADOS SOBRE LOS VERDADEROS ACONTECIMIENTOS QUE ME LLEVARON A PERDER EL DECIMO GRADO.

Advertencia: Algunos nombres y situaciones fueron cambiados para proteger la identidad de sus protagonistas.

Barranquilla, una tarde cualquiera del mes de abril de 1988.

Apenas si me había despertado de una de mis cotidianas siestas de 2 a 4 de la tarde. Espacio algo largo para una siesta, pero era el único hobby que había logrado desarrollar y dominar ante mi innegable apatía hacia el estudio y a la falta de habilidad para los deportes, la música, videojuegos o cualquier otra disciplina juvenil que estuviese de moda en esos últimos días de los alocados ochentas.

Todavía tenía el cachete caliente y recién me secaba las babas de la cara cuando apareció Osiris en la puerta.
  • ·         Ernesto, te busca la muchacha del segundo piso. me dijo.
  • ·         ¿Quien?... ¿Diana? pregunte con sorpresa  y algo de incertidumbre.
  • ·       No. La del frente. Donde los Baecha. Respondió Osiris mientras se retiraba de a ver      padres e hijos.

Apenas si pude arreglarme a medias el greñero que tenia en el cabello, el cual según los estatutos del Liceo Luterano institución en la cual estaba matriculado y en la que se suponía me haría bachiller, estaba larguísimo. A las carreras entre al baño, me eche agua en la cara para disimular la modorra del largo sueño y pase un cepillo por mi pelo, que en esa época era abundante, brillante y sedoso y al cual extraño con la misma nostalgia con la que se añora al primer perro. 

Era mucho el alboroto por atender a alguien que nunca había visto, pero ya tenia la cabeza envenenada con los comentarios que se hacían en el edificio por la famosa “vecina del segundo piso”, y la cual no era Diana, a quien conocía desde cuando niños llegamos al edificio y con quien mi hermana se jalaba los pelos en la mañana y ya por la tarde, como ceremonia de reconciliación,  se juraban amor eterno mientras jugaban a la cocina y a ser mamas.

No, esta chica era un personaje a quien a duras penas si había logrado ver cuando subía rápidamente las escaleras y encerrarse en su apartamento para no salir nunca más. Parecía una sombra, el paso de un fantasma y por mas que le había “montado cacería”, jamás pude ver mas allá de su espalda. Solo tenía como referencias los comentarios de escalera, en los cuales se le hacían calificativos de divina y de muy linda.

Bueno, allí estaba, frente a mí, solo por pura casualidad porque yo me había resignado a no verla nunca y hasta las ganas obsesivas de cruzarme en su camino, estaban hasta ese instante difusas y al borde del olvido, por lo esquiva rutina de esta chica. Pero allí estaba, todavía con su camisa blanca y con la falda a cuadros que identificaban a todas las féminas del colegio donde estudiaba, con su piel blanca, su sonrisa inmensa y unos lunares en sus mejillas que le hacían juego con el color marrón de sus ojos y su largo cabello castaño que le llegaba a la cintura. Escasamente pude saludar, yo estaba como congelado, pues hasta ese instante en mi vida, la joven misteriosa del segundo piso era lo más hermoso y perfecto que había visto en muchísimo tiempo. Linda y divina, eran adjetivos que si apenas le hacían justicia. Yo estaba embelesado y si ella no habla primero, ahí nos quedábamos por horas.

Bueno, para hacer el cuento corto, resulta que este ángel caído del cielo, estaba cursando el decimo grado, al igual que yo. Después de una corta presentación, el motivo real de su inesperada visita quedo al descubierto. Quería saber si le podía prestar mi libro de química. Si me hubiese pedido las joyas de mi madre yo habría roto a machetazos la puerta del closet y se las habría entregado sin preguntar siquiera para que las quería.
Por supuesto que le preste el libro. Aunque ya estábamos por la mitad del segundo bimestre, ese libro había salido del morral por ahí unas tres veces. Estaba nuevecito, la única anotación que tenía era mi nombre en la primera hoja…de resto, estaba como recién salido de fábrica, creo que hasta la etiqueta del precio tenía puesta todavía.
Recuerdo que mi relación con la química no era la mejor, le tenia mas fastidio que a las matemáticas y a la física…no se realmente que era, pero nunca sentí conexión, ni el mas mínimo interés por estudiar dicha asignatura. Todo en relación a ella me molestaba. El profesor,  a quien vagamente recuerdo sentado sobre la mesa del escritorio y no sobre la silla, mirando con los ojos fijos hacia al piso, porque según el, tenia excelente visión periférica y justo en esa posición y con ese ángulo de visión, podía ver y dominar hasta el último rincón del salón. Cuando explicaba su clase, para mi era como oír una conferencia en japonés. No entendía nada. Y para rematar, su parecido físico con el “Drácula de carnaval” (el disfraz inspirado en la caracterización del actor Bela Lugosi) me generaba más antipatía hacia el, la materia y todo ese entorno.

En fin, era yo el típico mal estudiante adolescente, aburrido, amargado, apático, desmotivado y con pereza crónica…por eso el libro de química estaba nuevecito.

Esta chica además de hermosa, también se veía muy seria y aplicada. Dedicada nada mas que a su estudio; no salía, no se le conocía novio ni tampoco alguna afición, por lo que mis tímidos esfuerzos de acercarme y hacer amistad, nunca tuvieron fruto…es mas, me devolvió el libro antes de tiempo y ni siquiera me dio chance de mostrar mis habilidades de conquistador, bueno, menos mal, porque estas eran prácticamente nulas.

Ella siguió estudiando con mi libro de química, mientras yo ni me daba por enterado de lo que pasaba en el salón cuando dictaban clase, porque como de costumbre, estaba de viaje astral en Andrómeda.

Al final del año, como es fácilmente predecible, no pude aprobar el decimo grado porque perdí no solo la asignatura de química, sino también física y matemáticas (hasta donde recuerdo) y como premio a mi afanada labor, en el liceo Luterano  le dijeron a mi papa: Doctor, que pena con usted, pero a Ernesto no lo aguantamos mas…por nuestro bien, lléveselo para otro colegio.

¿De mi hermosa vecina que les puedo decir?...no solo aprobó el decimo grado con honores (gracias a mi libro de química) también ese año resulto vencedora en el concurso Miss Juvenil Nacional. Yo no tenia ni idea que estuviese participando…me entere porque la prensa la vino a entrevistar y a tomarle fotografías frente al edificio donde vivíamos. Yo era uno mas entre los numerosos vecinos que esa mañana estábamos colgados de las ventanas, asomados y asombrados de ver a semejante belleza posando en vestido de baño con corona y cetro. Eso fue tan particular y los curiosos eran tantos asomados en las ventanas de sus apartamentos, que el terreno cedió un poco y hoy el edificio todavía conserva los 5.8 grados de inclinación que alcanzo por el contrapeso… ¿Increíble no?

Nos solo gano ese certamen en 1988. También se corono como soberana nacional de la belleza en 1989 y al año siguiente salió elegida princesa en el certamen de Miss Universo. Luego intento ser actriz y hasta se le involucro sentimentalmente con el famoso jugador de futbol, Eutimio “el fino” Castilla. En la actualidad, supe que esta casada, es madre de dos niños y que logro un titulo profesional en derecho.

Por mi parte, pues me cambiaron de colegio, me salve del colegio militar por un pelito y después de prestar el servicio obligatorio por la “guevota”. Logre terminar exitosamente el bachillerato, en mi casa descansaron dos años sin asistir a reuniones con el rector o con el prefecto de disciplina, también descansaron de firmar boletines en “rojo” y hasta obtuve una pequeña placa por sacar el mejor puntaje del colegio en las pruebas nacionales de ese año.

¿Respecto a la química?...pues el libro quien sabe donde quedo. Me esforcé un poquito y logre pasar “raspando” la asignatura pero debo confesar que no se que es una Mol, tampoco se como balancear una ecuación química y también se, que si veo la expresión H2O es porque se refieren al agua.

Por ERNESTO CARLOS HERAZO VERGARA






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